Dios
hoy ha secuestrado mi corazón.
Dios me ha apuntado con
el poder de su espíritu esta noche, oh sí. Con un arma de Espíritu Santo y
fuego que puedo sentir, que me quema, que me da escalofríos y me produce la sensación
de ansiedad espiritual que las escrituras santas llaman gozo.
Este gozo que siento
solo lo provoca Dios, su majestad, del cual me siento orgulloso de ser
prisionero, su esclavo, pues la esclavitud de Cristo es agradable. Hoy deseo
morir completamente a lo que los hombres llaman libertad, lo cual es esclavitud
al pecado. Deseo cortar el lazo que me ata a los deseos de este mundo para que
este gozo no se vaya y me deje en el desconsuelo de los deseos carnales.
Oh Dios impregna este
gozo en mí eternamente y para siempre como los números matemáticos que tienden
al infinito. Expande este gozo como una onda gravitacional a lo largo de la
gente que me rodea. Que los que están conmigo sean ahogados con la ola de gozo
provocada por la gracia de Dios y que sientan el anhelo perpetuo de hundir a
otros con ellos.
Yo como capitán de mi
barco quiero hundirme con toda la tripulación de mi familia y amigos en el océano
de la gracia de Dios y ahogarnos de Fe, tan profundos que no volvamos a ver la
oscuridad de la superficie del pecado que practican los seres humanos. ¡Si señor!
Pelearé por seguir siendo prisionero de tu gracia y el gozo que me produce.
Gracias por tu gracia, gracias
por amarme señor.
José M. de la Cruz
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