El Santo Imperio Romano, también llamado incorrectamente Imperio Germano, existió en Europa entre el siglo noveno y decimonoveno, como una entidad política que demostró distintas características en diferentes generaciones.
Con el levantamiento de Carlos I (742-814
d.C.). Aclamado por los germanos como Carlos el Grande y los franceses como
Carlomagno. Era nieto de Carlos Martel, el vencedor en Tours (732 d.C.), y rey
de los francos, que era una tribu germana que dominaba una gran parte de
Francia. Carlos se constituyó a sí mismo en amo de casi todos los países en la
Europa occidental, el norte de España, Francia, Alemania, los Países Bajos,
Austria e Italia; un imperio en verdad.
En el 800 d.C., el papa León III lo coronó como
Carlos Augusto, emperador de Roma. Constantino y los antiguos emperadores
romanos lo consideraron sucesor de Augusto. Reinó en su vasto dominio con poder
y sabiduría. Fue un conquistador, reformador, legislador, protector de la
educación y de la iglesia.
Teóricamente su imperio
fue milenial, pero con una autoridad real de corto tiempo, debido a la
debilidad e incapacidad de sus sucesores y un desarrollo variado de los
diferentes estados e idiomas, sumándose los conflictos de intereses nacionales.
Por muchos siglos, al principio de la historia del imperio, hubo fuerte
rivalidad y algunas veces guerra entre los emperadores y los papas. Los
emperadores lucharon por gobernar la iglesia, los papas lucharon por dominar el
imperio.
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